Cuando la vida le presentó la oportunidad, un odontólogo-cirujano salió a buscar un espacio amplio para sacar del depósito todos sus muebles y sus cuadros.

Después de recorrer talleres y fábricas para mudarse con su colección de muebles y arte, hasta entonces guardada, Javier Saad encontró esta carpintería en Martínez. Ahí nomás convocó para la reforma a su hermano, Federico Saad, y a Alejandra Pan. Los dos arquitectos transformaron el galpón en hogar y sumaron un primer piso con entrada y servicios independientes para los hijos de Javier.

Enchapado con placas de hierro, el portón de tres hojas de la vieja carpintería se recicló como un acceso principal incorporando el detalle de un manijón de aluminio, hecho sobre la base de una rama patagónica.

Al patio de entrada, que tenía solo una carpeta de cemento, se le hizo un sencillo piso de ladrillos. Las paredes se revistieron con Tarquini gris verdoso.

Antes y después

Una casa-galería

“Tengo un consultorio que es tan lindo como esta casa: en la sala de espera hay obras de arte y una poltrona de Le Corbusier. Como a nadie le gusta ir a operarse, intento que el momento sea lo más agradable posible”, dice el cirujano-dentista, dueño de esta vivienda singular que partió de la misma premisa que su sala de espera: hacer visible lo bello.

La propiedad mantuvo su estructura, pero tiene nuevas aberturas e iluminación cenital con bandejas técnicas para no tocar la losa de hormigón.

«Cuando mis hijos se independizaron busqué una casa para mis cosas. Más allá de espacio para vivir, necesitaba lugar para mis obras, un hogar-galería donde pudiera ver un objeto de colección desde cada ángulo.» Javier Saad, dueño de casa

La dupla de arquitectos coincide en que el mayor desafío fue lograr luminosidad, algo que exigió la exploración de varias alternativas hasta descubrir que podían abrir el patio trasero.

Para asegurar una agradable calefacción en el espacio integrado, los arquitectos sugirieron instalar una salamandra con tiraje interno

Comunicación y despliegue de arte

El clima general del espacio está definido por la intención de lucir la colección del dueño: pisos neutros de porcelanato ceden protagonismo al mobiliario, paredes libres para colgar obras de gran tamaño y ventanales que acentúan la luminosidad y amplitud de la planta.

Detrás de la cocina, el acceso al dormitorio en suite. En comunicación, comedor, cocina y la escalera que conduce al entrepiso, donde Javier puso su estudio. Sobre el sofá, fotografía de Jorge Miño.Javier Picerno

Su diseño y ubicación bajo el entrepiso de hierro con piso de OSB hacen que la cocina pase casi desapercibida.

Un largo estante de paraíso organiza los Playmobil de la infancia

Aunque atípica, la reforma fue modesta en tiempos y presupuesto. El secreto fue usar pocos materiales y simples. “Para mí, lo importante era lo que iba a poner después en la pared”, resume el dueño

Silla ‘Ghost’, escritorio de madera y mármol comprado en remate y estanterías de pino tea, que exhiben obras y lámparas de los 70 reacondicionadas. De un juego de naipes con artistas icónicos, Javier mandó a enmarcar una selección de sus favoritos.

El truco está en los detalles

Los muebles de maderas antiguas y recicladas y las plantas que pueblan el patio y los interiores consiguen matizar el aspecto impersonal de la arquitectura industrial.

La entrada del pasillo que conduce al dormitorio está coronada por su skate de los 9 años.

El mural de venecitas inspirado en la secuencia de Fibonacci fue un regalo que la arquitecta Alejandra Pan hizo para Javier al término de la obra.

Buenas decisiones

El dormitorio responde a la estética de un hotel, con una caja sobria y masculina que brinda el marco ideal para desplegar, una vez más, un sinfín de cuadros en pequeño formato.

Para una mejor calidad térmica, la suite es el único sector de la casa donde se hizo un cielo raso de placa de yeso.
ANTES: El patio techado y deslucido. DESPUÉS: Un pulmón de cara al cielo que inunda de luz el living y la suite

Fuente: La Nación

Por jfish

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