Frente al boom que vivieron en las grandes ciudades, ahora los pueblos nos presentan espacios donde vivir, teletrabajar, hacer networking y gastar menos.

Antes de que la pandemia de la Covid-19 llegara a nuestras vidas podemos decir que había dos grupos de personas en el mundo: los amantes de las grandes urbes y los devotos de la vida en el pueblo. Aunque no guardan un carácter independiente, pues puedes pasar el invierno en una capital y el verano disfrutar de las fiestas de tu pueblo, lo cierto es que esta división estaba bien diferenciada hasta que terminó la cuarentena. Cuando esto sucedió nuestros hábitos cambiaron, y fuimos muchos los que, aún a pesar de ser del primer grupo, comenzamos a valorar la vida pausada, esa que parece estirarse entre naturaleza, aire puro, productos del huerto y cero contaminación acústica.
Aún a pesar de ello, los datos alarman sobre la situación de algunas regiones de España, amenazadas por la despoblación. En la última década, 6.232 municipios han perdido población, es decir, tres de cada cuatro términos municipales.

El traslado de lugar no es solo cuestión de gusto, pues muchos son los factores que nos llevan a abandonar los pueblos en busca de una vida, dicen, que mejor. O más bien, en busca de ganar más dinero. Decir que en las grandes ciudades hay más oportunidades laborales es una evidencia, pero hay muchos otros factores que influyen en esta toma de decisiones. De hecho, uno de los más relevantes lo encontramos en la incapacidad de algunas áreas rurales para cubrir todas las necesidades de su población, pues en ocasiones – y sin tener en cuenta la falta de inversión o el olvido a la que están sometidas – sucede que el crecimiento demográfico puede superar la capacidad para mantenerlas, por lo que sectores como la educación y los servicios médicos tienden a estar más cubiertos en ciudades más amplias. Sin embargo, desde que la pandemia llegara a nuestras vidas hay un tema que comenzamos a poner sobre la mesa despojado de tabúes y juicios: la salud mental. Y, para cuidar nuestro bienestar, no hay nada mejor que pulsar el off, alejarse del tumulto de la gente y del bullicio de las grandes urbes.
Casas rurales para nómadas digitales
Como solución y para equilibrar ese deseo de calma y, al mismo tiempo, comenzar a darle más vida y trabajo a los pueblos, muchos empresarios están empezando a instalar en ellos coworkings y colivings rurales. El establecimiento de estos espacios con buenas infraestructuras y programas de actividades puede convertirse en un potente atractivo para las zonas rurales.
Por si no estás familiarizado con los términos, debes saber que el coworking es un espacio compartido que ha sido habilitado para que personas que teletrabajan, es decir, que no tienen una oficina a la que acudir o que en su tiempo libre siguen trabajando, puedan desarrollar su actividad. Los colivings, por su parte, van todavía un paso más allá y, además de ofrecer una oficina de trabajo, actúan también como un espacio residencial comunitario, donde suelen reunirse profesionales que también trabajan en remoto. El perfil de los trabajadores que optan por el coworking rural es predominantemente autónomo y freelance, a diferencia del coworking urbano, en el que también hay una significativa presencia de trabajadores corporativos. Este tipo de usuarios disfrutan de las comodidades que ofrecen estos espacios en un entorno natural.
Alrededor de nuestra geografía encontramos un gran número de coworkings, pero cada vez más también colivings que se instalan en pequeños terrenos rurales para darles una nueva vida, combatir la despoblación y ofrecernos una infinidad de ventajas. Además de que el costo de vida en estos lugares suele ser más bajo (tanto el alquiler del coliving como el gasto en el pueblo), suelen contar con un amplio abanico de actividades que promueven el estilo de vida sostenible, la conexión con la naturaleza y el aprendizaje y desarrollo personal.
Muchos de ellos favorecen la agricultura orgánica, la producción de alimentos locales y la conservación de recursos naturales; otros cuentan con actividades en grupo en las que se imparten clases de jardinería, cocina o artesanía. Todos suelen, además, disponer también de una oferta de excursiones y actividades de ciclismo o senderismo variada, e incluso los hay que cenan juntos todos los días a la misma hora recetas cocinadas por ellos mismos en grupo, una manera fantástica de crear comunidad, conocer gente y enriquecerse culturalmente. Sin duda, uno de los claros propósitos de los colivings rurales.
Fuente: harpersbazaar.com