Villa Aram, en Senegal, es un gran ejemplo de arquitectura local y sostenible. Actual, pero con un ojo puesto siempre en el pasado.

Esta villa en Senegal es el ejemplo perfecto de arquitectura sostenible

El terreno tiene un tamaño estándar, aproximadamente unos 300 m2 enclavados en un denso tejido urbano. Por suerte, la parte donde se ubica es tranquila: campo de mangos silvestres que habitan en la ciudad costera de Ngaparou, Senegal. Villa Aram fue un encargo del fotógrafo y modelo Malick Bodian. El arquitecto, Cyrus Ardalan, quiso introducir una estética minimalista y un diseño óptimo para responder a las necesidades de una familia. Para conseguirlo, el francés se inspiró en la arquitectura vernácula senegalesa, dando prioridad a los materiales locales y a la artesanía que se fabrica en la zona. «El punto de partida fue una colonia de casas que hay en Casamance –una región al sur del país–, que siguen el estilo impluvium romano y griego, con planta radial y un árbol que crece en el centro, en el patio interior. Le di un aire más contemporáneo cogiendo como referencia la obra de Glenn Murcutt. A decir verdad, los australianos son únicos a la hora de levantar estructuras de manera responsable, prescindiendo de elementos que consumen mucha energía como el aire acondicionado«, dice Cyrus.

Villa Aram está hecha con materiales localesy construida según la tradición de la zona. Los muebles (que sirven tanto para interior como para exterior) también están fabricados a medida por el arquitecto Cyrus Ardalan.

No solo el interior está repleto de elementos locales; en el jardín se han plantado todo tipo de especies endémicas.

La planta de la vivienda es circular y se inspira en las construcciones de estilo impluvium, típicas de las culturas clásicas europeas.

Soluciones inteligentes para ser más eficiente

El sol pega fuerte entre el trópico y el ecuador, sobre todo en las alas este y oeste. Por eso, era imprescindible cubrir los laterales y aprovechar la luz –la vivienda está orientada hacia el norte y el sur–, algo que se consiguió con la forma del tejado, que sobresale por todas partes. Este es como una ‘tortita’ metálica (un giro bastante moderno respecto al diseño tradicional) y se ventila a través de pequeños poros que dejan pasar el aire, evitando que se caliente con las altas temperaturas. La fachada se abre y se cierra completamente, revestida con cristaleras que se cortaron in situ. Gracias a este sistema, la casa se mantiene fresca y ventilada y sin necesidad de aparatos adicionales. Además, no se importó absolutamente nada. Hasta la tierra, que se extrajo a unos 80 kilómetros de allí, se comprimió a mano.

Todos y cada uno de los elementos de esta arquitectura sostenible, desde el cristal de triple capa hasta los canalones de acero inoxidable, fueron diseñados por el propio arquitecto y fabricados en talleres de la región. «Esta artesanía forma parte de unos ideales que se han puesto en práctica tanto en las paredes como en el mobiliario. Librerías, sillas, tumbonas, mesas de centro, apliques… todo se ha hecho ad hoc para este espacio, por artesanos a escasos minutos de aquí», cuenta Ardalan. Las puertas oblongas, estilo ojo de buey pero alargadas, así como los zócalos y los canalones metálicos complementan la tierra y la madera maciza endógena (el dimb, recolectado en bosques sostenibles), creando un universo de contrastes. Los suelos son de baldosas hechas con la técnica del trencadís, mezclando los trozos con terracota. Los azulejos, rotos y vueltos a unir con tierra cruda, se esmaltaron con aceite de linaza, que los protege y hace resaltar el tono rojo todavía más. Las paredes de adobe también se barnizaron con un vitrificante natural y que las hace hidrófugas.

El arquitecto construyó un sofá hundido, excavado en el suelo, para así proporcionar mayor intimidad.

La carpintería y los muebles son de dimb, una madera de un árbol local de Senegal.

Belleza clásica pero a la vanguardia

La casa está elevada unos 45 centímetros del suelo para evitar las inundaciones provocadas por las grandes lluvias estacionales. Tirando de ingenio, Cyrus construyó un sofá hundido, excavado en el suelo, para así proporcionar mayor intimidad. Es de este gesto estético de lo que más orgulloso se siente. «Las cortinas difuminan la luz, suavizan este universo de cristal y metal y, junto con el suelo de terracota, el resultado es una atmósfera orgánica que genera paz y tranquilidad, y está en conexión con el entorno», afirma. Con su influencia art nouveau y su atención milimétrica al detalle, Villa Aram responde a los problemas medioambientales actuales. La arquitectura tiene respuestas para todo tipo de problemas, y Cyrus Ardalan, además, ha sacado a relucir su belleza.

Fuera, el terreno está cubierto de vegetación para proteger la vivienda de polvo y arena.

Fuente: revistaad.es

Por jfish

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