La paleta de colores neutrales de este paraje ubicado en el Delta invita a relajarse y a contemplar el paisaje, cargado de humedales y árboles tupidos
En la casa “Anfibia” –como la llama su dueña, Erica Heidenreich, por su condición acuática y terrenal– hay lista de espera para recibir visitas. “Todos quieren venir a disfrutar de la naturaleza, de las vistas al río y del silencio, que acá es mágico”, dice la fundadora de Solsken, reconocida firma de decoración de interiores. Este búnker de descanso tiene tres dormitorios en suite por los que desfilan invitados cada fin de semana, que desembarcan en el muelle privado de la Segunda Sección del Delta. A aquellos postes de madera se ancló durante meses el constructor Horacio Battagliero, quien cuenta con un obrador flotante y toda la logística necesaria para dar respuesta a estas particulares obras que se llevan a cabo en las orillas del río Paraná.
El equipo de trabajo también necesitó de diseñadores idóneos (los arquitectos del estudio MAPA), una paisajista con creatividad para intervenir este amplio terreno arenoso , un director de obra independiente dispuesto a cruzar el charco , una experta en iluminación y un arquitecto enfocado en el diseño sustentable. Todos juntos hicieron realidad los deseos de Erica: tener una casa convocante, fresca, práctica, con espacios amplios y con una cocina extensa, en la cual desplegar las habilidades culinarias de toda la familia.
Además de su expertise en terrenos inhóspitos, los arquitectos a cargo del proyecto supieron interpretar a la perfección la normativa de la certificación alemana Passivhaus (casa pasiva), un estándar que quisieron alcanzar los dueños y que es poco común en la Argentina. Lo hicieron de la mano del estudio cordobés Pumm, el único en el país con acreditación de la institución europea, cuyo objetivo es reducir el consumo energético y disponer de una buena calidad de aire interior mediante protecciones solares, sistemas de ventilación natural y ventanas de altas prestaciones térmicas, entre otras herramientas.
Además de los proyectistas uruguayos, la obra requirió de constructores con trayectoria en el Delta y de un equipo especializado en diseño sostenible
El estilo es despejado y de pocos colores para que, cuando uno entra, no tenga que describir ni interpretar nada, sino que al instante pueda sentirse en calma
Para ablandar las líneas geométricas del diseño, sumaron elementos artesanales como las lámparas tejidas, muchas de las cuales son de Centroamérica.
En el sector de la cocina todo es bien negro, hasta los electrodomésticos. La idea es que pase desapercibida y que los ojos se dirijan a la arboleda enmarcada por el trío de ventanas.
Las reglas energéticas de estas construcciones prohíben las chimeneas dentro de la casa; por eso, la única está en la parrilla de la galería.
Realzadas por su contraste con el negro, las paredes del pasillo fugan hacia el final de la casa.
Los ambientes principales (dormitorios incluidos) tienen vista al río y orientación norte. El semicubierto está calculado de modo tal que el sol nunca toque el vidrio para evitar el efecto invernadero.
El piso interior es de tablas de incienso, cuidadosamente seleccionadas para esquivar marcas.
Aunque todavía están creciendo algunas de las especies plantadas, Erica le pidió que la intervención fuese mínima: No quería una vegetación ‘manicurada’, sino que se mezclara con el paisaje rebelde del Delta conservando su condición natural
Para que la construcción no invadiera mucho el paisaje, la fachada es discreta y revela la estructura de madera.
La galería está conectada al muelle y tiene de 2,5 metros de ancho.
Escondida entre el bosque de bambúes isleño, hay una huerta con más de sesenta frutales (limas, limones, quinotos, mandarinas, bergamotas) que cuidan los caseros.
Fuente: la nación